Uno de los temas que tratamos en el libro De víctima a protagonista, especialmente de la mitad hacia el final del libro, es el importantísimo tema de la fragmentación que usualmente existe en las personas, entre su trabajo o sus actividades laborales, y su vida. ¿De qué manera se manifiesta esto? ¿Cómo se muestra este problema en la vida de las personas?
El trabajo como maldición
Es muy común ver su manifestación en función de las actitudes que tienen las personas que trabajan relacionadas con su liderazgo personal, las cuales han de estar pensando siempre en el horario de salida de dicho trabajo porque odian su trabajo, o estar constantemente pensando en cuando va a ser el momento de abandonar el trabajo mirando siempre la hora, haciendo de este modo una bisagra en su vida entre el tiempo previo al momento de abandonar el trabajo diariamente y el tiempo posterior. Esto significa que durante el trabajo, es decir, durante la mayor parte del día, la gente se siente esclavizada, metida en una actividad obligatoria que no tiene mucho que ver o no tiene mayor relación con su vida personal, ni conlleva felicidad a dicha vida, ni tampoco plenitud, actividad que es considerada como algo que hay que hacer obligatoriamente para tener un ingreso de dinero. Por eso, repetimos, es bastante común el caso presente en muchas personas en que dicha actividad laboral no tiene nada que ver con la vida personal y no está vinculada con los aspectos más importantes de esa vida. Nos referimos a esa vida que comienza cuando se abandona el trabajo, es decir, cuando termina el horario de trabajo laboral.
Esto significa que tenemos dos elementos en nuestras manos: el trabajo y la vida genuina (por llamarla de algún modo), es decir, la vida que realmente interesa vivir a la persona madura. El trabajo, bajo este esquema, se vive como una obligación, como un sin sentido, como algo que obligatoriamente hay que hacer pero que, mayormente, no es agradable de hacer, es decir que se considera como algo que uno no hace con ganas, lo cual implica que uno esté constantemente esperando a que llegue la hora de la liberación, es decir, la hora de salida. De este modo, por ejemplo, el horario de salida del día viernes se considera una hora de salida muy especial porque luego de ella sobrevienen 2 días completos de liberación del yugo laboral. El éxtasis que viven los asalariados los viernes es casi comparable a un estado de vida en un paraíso terrenal.
Pero el tema de vivir la vida de este modo es que se presenta una grave fragmentación entre dicha vida y el trabajo, es decir que entre la vida personal y el trabajo hay una rotura, una grieta. Si la vida de la persona es todo lo previamente mencionado, la persona vive, cuando vive de este modo, una vida fragmentada, es decir que tiene partida su vida, o también puede decirse que tiene una parte de su vida, la cual mayormente consiste en el tiempo que trabaja, en donde la pasa mal, en donde no es feliz, donde no se siente que está haciendo algo por sí mismo y no ve la hora de que llegue la hora de salida. Por ende, siempre trata de hacer lo mínimo posible dado que no es capaz de vincular las actividades laborales con la plenitud de su persona. Esto significa que solo fuera del horario de trabajo se encuentra la vida genuina, el cual es el espacio temporal donde la persona puede hacer lo que le gusta y donde están los tiempos en los cuales puede desarrollarse, además de ser donde puede encontrar mayor felicidad que en la zona laboral de su vida. Pero el problema es que, cuando la vida de la persona está fragmentada de este modo, esas 2 partes de su vida, es decir, el trabajo y la vida genuina, no se encuentran comunicadas, es decir, están separadas, como si hubiera en el medio de las 2 partes una rotura muy importante. Las personas viven de este modo, es decir, viven una vida dentro del trabajo (una vida de obligación, de tedio, de pasarla mal, de no querer ir a trabajar, de no ver la hora de irse, etc.) y otra vida completamente diferente fuera del trabajo. Por supuesto que esto no le sucede a todas las personas, pero sí es algo bastante común.
Por lo tanto: ¿Cómo hacemos para solucionar este grave problema? Obviamente, las necesidades de la vida, y las condiciones particulares de cada uno pueden no permitir que uno se de el lujo de no trabajar, lo cual implica que siempre conviene comenzar a recorrer un camino para solucionar este grave problema. Podemos preguntarnos: ¿Y si construyéramos una actividad laboral de la cual no tuviéramos que escaparnos? Nos referimos a una actividad laboral a cual pudiéramos considerar como una parte esencial de nuestra vida. ¿Qué pasaría si pudiéramos hacer eso? Porque el problema, cuando esto sucede, es que la actividad laboral de la persona se siente como algo de lo cual nos tenemos que escapar, por diversos factores: porque nuestra vida no tiene nada que ver con ella; porque la persona lo vive como una obligación o como un mandato, etc., en vez de vivirlo como algo que genuinamente le surge hacer desde su interioridad.
Transformando la actividad laboral
Siendo así las cosas, la solución podría consistir en transformar la actividad laboral de a poco recorriendo un camino de transfiguración que la transforme en una actividad que se integre con nuestra vida. Dicho de otro modo, se trata de eliminar esa rotura existente entre la vida genuina y el trabajo, o en otras palabras, integrar a ambas partes para que el trabajo también sea parte de la vida genuina de la persona, y no tenga que hacer algo de lo cual haya que escapar. Por ende, la pregunta es: ¿Cómo logramos esto?: No existe una fórmula, para cada persona puede ser muy diferente la solución, pero voy a brindar algunas ideas que seguramente les pueden servir (varias de las ideas que vamos a mencionar se encuentran en el libro “De victima a protagonista”).
Insisto en que se trata de algo muy importante para la vida de las personas: no referimos a decidirnos a hacer este cambio, el cual, por supuesto, no debe hacerse de la noche a la mañana sino debe hacerse gradualmente en la medida de las posibilidades de cada persona. Debemos poder comenzar a recorrer un camino donde el trabajo que realiza una persona empiece a tener vinculación con algo que es muy importante para su vida: la vocación personal. Esta es una palabra clave porque, generalmente, los trabajos que se viven como algo de lo cual hay que escaparse, como algo odiado o como algo donde no habita nuestra vida, se debe a que no es un trabajo que esté relacionado con nuestra vocación, es decir, con aquello para lo que nacimos, para lo cual los dones que tenemos como personas están orientados. Por lo tanto, debemos reflexionar: ¿Cuál es nuestra vocación?, ¿Para qué hemos nacido?, ¿Qué es lo que nos gusta hacer?
Si no lo sabemos, debemos tratar de descubrirlo y, también, buscar una actividad laboral, aunque, a veces, no es necesario cambiar la actividad laboral, sino transformarla y verla a la misma actividad laboral que estamos haciendo como una oportunidad de traer al mundo las potencialidades que viven adentro nuestro, es decir, las potencialidades vocacionales que poseamos. Este es, en resumen, el camino que yo invito a pensar para lograr cada vez una mayor paulatina integración entre la vida (lo que uno considera la vida genuina) y el trabajo, el cual se vive usualmente como algo heterogéneo, que no tiene nada que ver con uno, y de lo cual hay que escaparse.
Por lo anteriormente mencionado debemos construir o transformar la actividad laboral en la que uno se encuentra tratando de encontrarle un sentido, tratando de vincular esa actividad con la vocación personal y con la orientación y la tarea que uno tiene en la vida, para que, a través de ese sentido, pueda uno integrar a esa actividad laboral a lo que uno considera la vida genuina. Por ende, el trabajo ya no va a ser algo de lo que haya que escaparse, y de este modo logre eliminar de la vida de la persona esa rotura meridional, favoreciendo una integración mayor de la persona que somos.
Obviamente que esto hay que hacerlo paulatinamente, pero primero debemos tomar conciencia de este problema y, justamente, la finalidad de esta pequeña reseña, (y además del contenido de lo que está en el libro “De victima a protagonista”), ayuda a tomar conciencia de esto y a recorrer un camino para poder cambiarlo y solucionarlo.
Finalmente, para resumir, lo que lo acabo de dar son unas sencillas ideas introductorias al tema de la fragmentación entre la vida y el trabajo, tema que también puede ser análogo a la fragmentación en otros ordenes de la vida, por ejemplo: la fragmentación entre la vida y el estudio, es decir: ¿Cómo viven los chicos o adolescentes el estudio?, ¿Lo viven como un trabajo, es decir, como algo de lo que hay que escaparse? ¿O lo viven como algo que hay que hacer por obligación, por ejemplo, cuando esperan a que llegue el timbre de salida del colegio? Si lo viven de ese modo el problema que se presenta es que eso se va a repetir de algún modo, de forma similar, en la actividad laboral futura de la persona. Pero no necesariamente esto tiene que ser así, debemos tomarnos nuestro tiempo para descubrir cuáles son nuestras vocaciones esenciales, y ver cómo las podemos plasmar en nuestro trabajo actual transformándolo, o generando otro tipo de trabajo, el cual puede ser de relación de dependencia o puede ser una actividad propia en la cual uno pueda plasmar esas vocaciones que uno tiene, y encontrar en el trabajo un camino regio para realizar y manifestar la plenitud de la vida.
Por último, la idea final de esta pequeña lección, es que uno pueda llegar a encontrar en el trabajo, un camino más, a través del cual uno pueda planificarse y desarrollarse como ser humano. Por supuesto, si quiere avanzar con estos temas, está el libro “De victima a protagonista”, y todas las lecciones que tenemos aquí en nuestro sitio.
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