Uno de los temas que tratamos en el libro “De víctima a protagonista” y que nos parece muy importante en las relaciones interpersonales es el tema de la comunicación entre las personas que nos rodean.
Paradoja: Los aparatos que facilitan la comunicación generan incomunicación
Vivimos en los tiempos de la comunicación, pero estamos cada vez más incomunicados entre nosotros. ¡Qué curioso! Vamos a tomar un café con nuestra pareja o con nuestro amigo, y los dos estamos con el teléfono, desconectados de la otra persona pero conectados con un aparato que supuestamente nos conecta con otra persona. En las reuniones de amigos suceden cosas similares: no sé para que se reúnen si están cada uno con su teléfono! Y ni hablemos de ponernos a leer un libro para ser mejores personas.
Una familia incomunicada
¿Qué nos pasa? ¿Qué es lo que nos brinda esa supuesta comunicación que termina siendo un camino de desconexión real de las otras personas? Porque estar conectado con una persona es tenerla frente a nosotros, mirarla, conversar, ver sus gestos y tocarla. ¿Qué pasa que preferimos a nuestro teléfono en vez de preferir a la persona que tenemos en frente? Quiero decir, no es que estamos con el teléfono solamente cuando estamos solos sino que también estamos con nuestros teléfonos obviando a las personas que tenemos en frente, cuando estamos en una reunión y cuando estamos con nuestras parejas. ¿Qué nos pasa? ¿Qué nos brinda ese aparatito?
¿Qué nos pasa que nos evadimos con nuestro teléfono?
Es una pregunta interesante sobre la que todos tenemos que reflexionar, porque estamos cayendo en una sociedad de solipsismo donde cada uno está por su cuenta, sin metas ni objetivos, supuestamente conectados, pero la realidad es que estamos completamente desconectados de la vida real y de las personas reales que tenemos adelante. Ya no hablamos o lo hacemos cada vez menos, cada vez hay menos conversación, cada vez menos miramos a nuestro amigo, sus gestos, lo tocamos o lo llamamos por teléfono. Todo se remite a una reducción fría de un mínimo de comunicación a través de un aparato y ya no queda espacio para la vida de relación interpersonal entre las personas.
Esto es algo que hemos elegido pero, ¿por qué hemos elegido esto? Las relaciones entre las personas implican un compromiso, uno se juega y está presente en una relación, uno se emociona, llora, asiente, ríe, da su opinión, toca y es tocado. Parece que le tenemos miedo a todas esas cosas y nos escondemos en la distancia de un aparatito electrónico que lo único que hace es poner una barrera entre nosotros y los demás, aislándonos completamente. En su justa medida es sano, una comunicación, un mensaje; pero el problema está cuando eso domina todo el tiempo de nuestra vida, como uno ve en las personas de hoy y no solamente en los adolescentes, que están prácticamente secuestrados por su teléfono, sino que en los adultos también se ve.
Pero pobrecitos, uno ve a los adolescentes y se pregunta: ¿Qué vida van a tener esos chicos de adultos si están secuestrados por un aparatito que lo único que hace es ponerles una pantalla delante y generarles una barrera entre ellos y el mundo? ¿Qué habilidades van a tener para desarrollarse en el mundo, para enfrentar dificultades, para comunicarse, para emocionarse o para frustrarse? Estos aparatitos nos ponen en una burbuja que nos aisla del mundo, nos colocan en situación de víctima, y evitan que podamos reflexionar sobre lo que nos pasa a nosotros y lo que le pasa a las personas en las relaciones interpersonales. Estos aparatitos lo que hacen es poner una barrera para que yo no me frustre, para que yo no entre en contacto con el mundo, para que no llore ni ría, para no pensar, para no ser contradicho ni contradecir, para no tocar ni ser tocado, es decir, para no vivir. Esto es un modo de no vivir: encerrarse, aislarse y dejar un resquicio mínimo de comunicación a través de esas letras que van y vienen por el teléfono celular pero que es casi nada comparado con lo que implica una genuina comunicación humana. ¿Cómo van a ser exitosos en la vida?
¿Cómo solucionar el problema de la incomunicación a través del teléfono móvil?
¿Cómo salimos de esto? Pensando, tomando conciencia y cambiando nuestros hábitos. Si usted es madre o padre, ponga algunas reglas mínimas en la casa. No se puede estar todo el día con la computadora o con el teléfono, mucho menos a la hora de cenar donde nos reunimos en familia. Se trata de proponer unas reglas sencillas y claras. La computadora solo de tal hora a tal hora, lo mismo con el teléfono, y no se prenderán ni se atenderán teléfonos a la hora en la que estamos reunidos en familia, en la hora del almuerzo y en la hora que estamos conversando. Solo así va a poder cambiar esos vicios que, tal vez, tengan sus hijos adolescentes o no tan adolescentes, por virtudes que los puedan ir cada vez paulatinamente poniendo más en contacto con el mundo, con la vida real. Porque la vida no es ese aparatito. Ven la vida a través de ese aparatito como si estuvieran mirando la vida por una rendija donde apenas entra un hilito de vida. Pero esa no es la vida, la vida es todo el resto que queda afuera.
Tomar conciencia del problema
Reflexionar sobre estas normas y reglas que ponemos, explicar por qué lo hacemos, etc. Obviamente que en la casa de uno, son los padres son los que dictan las reglas de funcionamiento pero, además de dictarlas, debemos explicarle a los niños, adolescentes y a los no tan adolescentes, por qué se toman estas decisiones, por qué se restringe el uso de los teléfonos en las reuniones familiares, en el almuerzo, en la cena, por qué no se puede estar 20 horas conectados a la computadora y se restringe su uso a dos o tres horas. En mi casa por ejemplo, a mis hijos les corto el wifi en determinadas horas y está habilitado solo unas pocas horas y, el que se quiere conectar, lo tiene que hacer en esas horas porque cuando lo corto no hay mas comunicación. Explicando por qué, explicando cuáles son las razones, las compartan o no, van a tener un sustrato para poder comprender por qué se toman estas decisiones.
La tarea de la educación
En la educación sucede lo mismo. La gran tarea de los docentes y profesores no es solamente retar a los niños, quitarles el teléfono móvil o mirarlos amenazadoramente, sino que tienen que llevarlos a la reflexión constante y cotidiana, es decir, ellos deben saber a dónde los conducen esos hábitos de aislamiento que están teniendo. Esa es la tarea docente, no es la de adiestrar y dar órdenes. Por supuesto que tienen una autoridad y finalmente ha de hacerse lo que el docente dice, pero la actividad docente no tiene que quedar solamente en un mero mundo de órdenes y mandatos. Tiene que haber un sustrato de explicaciones y de fundamentaciones constantes para que estas reglas puedan interiorizarse y dar frutos en las personas y que, finalmente lo hagan porque están convencidas de que eso no las conduce a ningún lado.
Espero que estas reflexiones le sean de utilidad, que la comunicación no nos incomunique, que no nos deshumanice, pero la tarea es nuestra, dado que debemos orientarnos estar consientes sobre estos problemas, a solucionarlos, y a los que nos toca ser padres, madres, profesores, maestros y allí donde nos toque, llamar a la conciencia este problema y explicar sus perjuicios. Y si, está en nuestras manos poner reglas para limitar estos vicios y, en buena hora, ponerlas explicando cuáles son las razones.
De nueva cuenta, agradezco mucho las reflexiones que oportuna amablemente me hace llegar, afortunadamente en ocasiones también me he visto arrastrada por estas hábitos no tan buenos, si creo que lo mejor manera de comunicarse es estando con la persona y atenderla…gracias, Dios le bendiga!!
Gracias Ángeles por tus siempre generosas palabras. La idea es siempre estar atentos a nuestros hábitos para que ellos no decidan por nosotros. Un abrazo!
El movil o el computador es similar a la barra de chocolate o al sexo, un exceso nos trae consecuencias, un poco, o un consumo moderado, nos trae bienestar a nuestra vida